Educar a un perro es sencillo

Uno de los factores limitadores del desarrollo evolutivo de la inteligencia del perro consiste en su extraordinaria capacidad de habituación. El perro automatiza rápidamente las conductas, apenas adquiridas, para poder aprender otras nuevas. Esta característica resulta provechosa para los animales de vida breve porque permite aprender muchas cosas en poco tiempo. El inconveniente que tiene es que los aprendizajes resultan poco reflexivos, superficiales, y ofrecen, por tanto, menor juego a la asociación y a la abstracción. Quien educa a un perro, o simplemente lo adiestra en algo, debe tener siempre presente su enorme capacidad de adaptación.

EDUCAR ES SENCILLO

¿Cómo aprende a controlar esfínteres? Controlando esfínteres. ¿Cómo aprende a acudir a tu llamada? Acudiendo. ¿Cómo aprende a soportar el aburrimiento? Aburriéndose. O sea que tu perro aprende a hacer cualquier cosa, haciéndola.

Así de sencillo. Tu perro aprenderá a comportarse adecuadamente en la sociedad de los humanos si le permites o le obligas a comportase de esa manera. Del mismo modo, no adquirirá conductas inadecuadas, si impides que las practique.

Oblígale a que haga lo que debe hacer e impídele siempre lo que no debe hacer.

Cuando alguien se pone a educar a su perro, le suele costar “pensar en sencillo”. Lo primero es ayudarle a definir claramente lo que debe permitir y lo que debe impedir. Ten en cuenta las circunstancias ambientales de cada caso.

Lo segundo es hacerle ver que siempre es siempre y nunca es nunca; que quien entiende que “siempre” es “casi siempre”, mejor que lo deje. La inconsistencia es la principal fuente de problemas en educación.

LÍMITES SÍ, CASTIGO NO

Un ejemplo: A cierta edad, cualquier cachorro cuando le llamas para que entre a su perrera, se niega. Se aleja y se sienta mirándote.

¿Qué hacer?. ¿Llamarle repetidamente, echarle una bronca, pegarle o castigarle para que aprenda? ¡No!. ¿Él qué debe hacer?… Entrar. Pues pon límite a su desobediencia. Actúa. Por tanto, no le riñas, ni siquiera le digas nada.¡ Lo coges y lo metes!. Al cabo de unos días, observarás que según le llamas, entra. ¿Ves?. Hablándole al perro o con broncas y castigos complicas lo que es sencillo. Te mareas tú y le mareas a él.

No al castigo. Sí a los límites bien definidos y consistentes.
Con límites adecuados y firmes educar es muy fácil. Sin ello, todo se reduce a un recetario de premios y castigos mucho más aparente que efectivo.

Tus mascotas tenderán al conductismo reduccionista del premio y castigo. Eso sirve para conseguir alguna meta concreta, pero es una vía imposible para lograr toda la complejidad de actitudes y conductas que constituyen la buena educación de un buen perro. Ayúdales a definir los límites y anímales a la constancia.

Otra cosa. La mayoría de los propietarios no se percatan de la trastienda que guarda esta pauta tan sencilla. El perro, además de aprender, percibe que tiene un dueño con ideas claras, firmes, comprensivas y eficaces. “Un buen líder”. Justo lo que él necesita.

Ayuda a descubrir la trastienda de la norma a quienes no la perciben espontáneamente. Muéstrales la imagen que ofrecen a los ojos del animal, los dueños débiles y suplicantes o los iracundos y crispados.

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