Los vicios caninos

Suena el timbre y tu perro ladra como si se acabara el mundo. Dejas tus zapatos en cualquier lugar y, cuando vuelves han sido víctima de una particular remodelación a fuerza de mordiscos. Pero aquí no acaban las anécdotas: cuando hay visita tu perro sale a recibir a tus amigos y se les echa encima, y si te sientas a la mesa a cenar, tu perro pondrá cara de no haber comido en una semana y, conmovido, le darás trozos de un menú que no le corresponde.

A veces convivir con un perro nos coloca en situaciones ciertamente incómodas. Partiendo de la base de que estamos tratando con un ser que no pertenece a nuestra especie, hay que asumir ciertos comportamientos extraños bajo nuestro punto de vista, pero perfectamente normales para nuestro mejor amigo. Lo que nosotros calificamos erróneamente como pequeños vicios o manías, no son más que «necesidades instintivas», tal y como señala el responsable técnico la escuela de adiestramiento Frajamo, Jesús Moreno. Igualmente, Rafael Casado, director de la escuela canina ADPE- Pradohondo, admite que «es algo normal y, aunque resulta molesto, el perro hace lo que debe».

Asesoramiento profesional

Para que estas costumbres desaparezcan, el apoyo experto es fundamental. En este sentido, Casado es tajante: «ante la duda, lo mejor es buscar asesoramiento. Hace falta tiempo, si no es mejor no tener un perro». Según Moreno, «el profesional es una ayuda para erradicarlos, incluso para el tratamiento de patologías». A la hora de considerar esta opción, no puedes dejarlo todo en manos del especialista, ya que «es un asunto que exige trabajo en equipo». Así pues, debes asumir tu responsabilidad como mediador en las acciones que lleva a cabo tu can. Cuanto más te impliques, más se acercará tu mascota a lo que realmente deseas que sea: un compañero inseparable que obedece y responde a unos hábitos intachables.

¿Qué propietario no ha sufrido alguna vez una trastada canina? Una prenda convertida en jirones, un cojín destartalado, papeles hechos trizas… Muchos amos se quejan del antojo con el que sus cachorros seleccionan objetos prohibidos para ellos y la emprenden a bocado limpio. Moreno explica que «la satisfacción que encuentran en ello» es la razón esencial. Según el adiestrador y juez internacional, esta fijación responde a la ley del efecto: «el perro logra un aliciente y tratará de repetirlo», añadiendo que «es una salida al estrés, producido por varias causas». Por su parte, Casado admite que «hasta los dos años vamos a tener este problema», por lo que «lo mejor es que esté controlado y confinado en una zona donde no tenga acceso a muebles y otros objetos que se puedan romper».

No siempre hay tiempo para jugar

Es importante que el can tenga desde el primer momento su sitio y sus pertenencias. Para evitar que nuestro animal de compañía haga de esta experiencia destructiva una conducta crónica, debemos actuar desde un principio ofreciendo alternativas. Tal y como afirma el responsable de ADPE- Pradohondo, «podemos darle un hueso para que se entretenga’. En el mercado existen juguetes con garantías y realizados con materiales seguros que podemos ofrecerle a nuestro animal de compañía como sustituto, pero cuidado con el momento del cambio: «el gran disfrute del perro es que se lo intentes quitar y juegues con él, porque se activa el instinto de presa», comenta Moreno, añadiendo que «así le haces un favor». Por tanto, el trueque debe hacerse sin tirar y transmitiendo un refuerzo negativo. Al final, la clave del adiestramiento ideal estará en fijar el concepto de autocontrol en el perro, ya que «aunque tú le digas que no muerda objetos, lo hará sin que le veas», concluye.

Otro de los comportamientos no deseados tiene que ver con el ladrido con el que responden los canes al timbre o el teléfono. El ruido les afecta y ladrar ante sonidos agudos entra dentro del ámbito territorial y de defensa: «el dueño debe enseñarle y mostrar autoridad, lo que quiere y lo que no quiere, los medios de represión ya son particulares», declara Casado, añadiendo que «se debe tener una buena relación, pero hace falta educarle para que no derive en una falta de respeto», ya que ser dueño lleva implícito «el saber decir que no». Ahora bien, si la situación se hace insostenible podemos optar por collares de impulsos. Moreno nos cuenta que su efectividad es relativa y que existe una gran variedad de calidades y precios.

¡No molestes que estamos comiendo!

Llega la hora de la comida y tu perro se apunta a la pitanza sin estar invitado. El rol de pedigüeño debe soportarse sin ceder ante el chantaje emocional, pero «si crees que no vas a tener el suficiente rigor para controlar el no, lo mejor es alejarle, o dárselo al final», aconseja Moreno. La disciplina nos recuerda que el perro no puede conseguir su objetivo. «Igual que un niño no juega en la iglesia, el perro debe saber diferenciar», admite Casado, señalando que debe comer sólo en el lugar que previamente le hemos asignado. Moreno es de la misma opinión, por eso te sugiere que le lleves a su sitio y le ofrezcas una alternativa que le dure un buen rato.

Subirse al sofá es otra de las actividades favoritas de nuestro mejor amigo. «Existen normas fijas que debemos imponer desde un primer momento», nos dice Casado, así que si no queremos que ocurra, hay que dejárselo claro. Moreno nos vuelve a hablar de los refuerzos: primero negativo al obligarle a bajar, y luego positivo al hacerle ver que «abajo puede encontrarse con lo maravilloso: comida, caricias, buenas palabras, etc.». También es posible romperle el esquema, ya que los canes son «rutinarios y protocolarios». Sírvete de plásticos de burbujas, cajones o cualquier cosa que le confunda.

Demasiado cariño

En cuanto a la costumbre de echarse encima, desde ADPE- Pradohondo, su director nos deja claro que «el dueño no debe permitirlo, ni a él mismo, y mucho menos a gente a la que no conoce». Moreno aclara que su intención es transmitir cariño, pero hay que enseñarle que es una acción incómoda dándoles un tirón seco, «como un shock», ya que si se lucha le volvemos a hacer un favor porque lo toma como un juego. Por último, hay amos que están cansados de que sus mascotas les desvelen a horas intempestivas. «Hay que reprimirle fuertemente por despertarnos y encerrarle. Hasta que no esté un tiempo callado, no hay que sacarle», recomienda Casado.

Igualmente, Moreno recuerda que «el perro debe entender que no puede hacer lo quiera», por lo que hay que responder con dureza, sin claudicar. En realidad, se trata de temas de debate complicados ante los que no valen los trucos universales, ya que «los consejos y recetas pueden tener un efecto boomerang», tal y como indica Casado. Sin embargo, debes recordar que el proceso correcto es que tu perro se adapte a ti: si ocurre al revés, te será muy difícil invertirlo.

Por Alicia Aragón

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