¿Sabes escuchar a tu perro?
Hay pruebas convincentes que sugieren que nuestros antepasados valoraron a sus perros por encima de casi todo lo que formaba parte de
La humanidad ha perdido muchos secretos en el curso de su historia.
Entre ellos se encuentra la verdadera naturaleza de nuestra relación con el perro. Como muchos millones de personas de todo el mundo, siempre he sentido que existe una especial afinidad entre nuestras dos especies. Va más allá de la mera admiración por las capacidades atléticas del perro, su inteligencia y su belleza. Hay en ello un vínculo intangible, algo especial que nos conecta y que probablemente ha existido desde los más remotos comienzos.
Durante casi toda mi vida, esta sensación se fundaba en poco más que el instinto, un acto de fe, si se quiere. Hoy, sin embargo, la relación del ser humano con el perro es el tema de un creciente conjunto de datos científicos fascinantes. Tales pruebas indican que el perro no es sólo el mejor amigo del hombre, sino también el más antiguo.
Según las investigaciones más actualizadas que he leído, las historias de las dos especies se entrelazaron desde hace mucho tiempo: 100.000
años a. C. Fue entonces cuando el hombre moderno, el Homo sapiens, apareció a partir de sus antepasados los neandertales en África y en el
Oriente Próximo. Fue también por esta época cuando el perro, Canis jamiliaris, empezó a evolucionar a partir de su antepasado, el 1000,
Canis lupus. Hayal parecer pocas dudas de que los dos acontecimientos estuvieron relacionados y de que el vínculo se estableció en los primeros
intentos del hombre por domesticado. Por supuesto, nuestros antepasados fueron incorporando otros animales a sus comunidades; los más destacados: la vaca, la oveja, el cerdo y la cabra. Pero el perro, no fue sólo la primera, sino, con gran diferencia, la adición más exitosa a nuestra familia extendida. .
Hay pruebas convincentes que sugieren que nuestros antepasados valoraron a sus perros por encima de casi todo lo que formaba parte de flechas de piedra. Por la noche, podía encontrar calor alIado del fuego del hombre y alimento en forma de sobras de comida desechadas.
Apenas sorprende que el lobo se adaptara con tanta facilidad a la domesticación que estaba a punto de empezar. Introduciendo alIaba en su vida doméstica, el hombre cosechaba los beneficios de un repertorio de instintos superior. En épocas anteriores de su historia, la enorme nariz del hombre de Neandertalle había proporcionado un potente sentido del olfato; su descendiente se daría cuenta de que, integrando en la caza al recién domesticado lobo, podía volver a explotar aquella facultad perdida. El perro se convirtió en pieza esencial de la maquinaria de caza, ayudando a levantar, aislar y, caso de ser necesario,
acabar con la presa. Desde luego, además de todo esto, el hombre disfrutaba de la compañía y la protección que el perro le brindaba dentro del campamento.
Las dos especies se comprendieron instintiva y completamente. En sus manadas separadas, tanto el hombre como el lobo sabían que su supervivencia dependía de la supervivencia de su comunidad. Cada elemento de esta comunidad tenía un papel que desempeñar y lo asumía.
Nada más natural que las mismas reglas fueran aplicadas en las manadas ampliadas. Así, mientras los humanos se concentraban en tareas
como la recogida de combustible, la recolección de bayas, las reparaciones en las viviendas, y la cocina, el principal papel de los perros consistía
en salir con los cazadores para prestarles su vista y su oído.
También desempeñarían un rol parecido una vez de vuelta en el campamento, actuando como primera línea de defensa, rechazando a los
atacantes y avisando a los humanos de su llegada. El grado de comprensión entre el hombre y el perro estaba en su plenitud. Sin embargo,
en los siglos que han pasado desde entonces, el vínculo se ha roto.
No es difícilver cómo las dos especieshan seguido caminossepara-dos. En los siglos transcurridos desde que el hombre se ha convertido
en la fuerza dominante de la Tierra, ha moldeado al perro -y a muchos otros animales- de acuerdo exclusivamente con las reglas de la sociedad
humana. El hombre no tardó mucho tiempo en descubrir quepodía ajustar, mejorar y especializar las capacidades de los perros apareándolos
selectivamente con propósitos de cría. Ya en el año 7000 a.c., en el Creciente Fértil de Mesopotamia, por ejemplo, alguien apreció
las impresionantes capacidades para la caza del lobo del desierto de Arabia, una variedad más ligera y rápida que su pariente del norte.
Lentamente el lobo evolucionó convirtiéndose en un perro capaz de perseguir y capturar presas en aquel clima extremado y, lo que era más
importante, a hacerla siguiendo las órdenes del hombre. Este perro -conocido por diversos nombres: Saluki, Lebrel o Galgo persa,
Cazador de gacelas- sigue actualmente sin alteraciones y bien podría ser el primer ejemplo de perro de pura raza. No fue ciertamente el último.
En el antiguo Egipto, el Perro de los faraones fue criado para la caza. En Rusia, el Borzoi o galgo ruso fue criado para la caza de osos.
En Polinesia y América Central, las comunidades desarrollaron incluso razas de perros específicamente para la alimentación.El proceso ha continuado a través de las épocas, ayudado por la buena disposición del perro a recibir nuestra impronta. Aquí en Inglaterra, por ejemplo, la cultura cazadora de la aristocracia terrateniente produjo una serie de perros hechos a medida para desempeñar tareas específicas. En una hacienda rural decimonónica, una jauría típica incluía un Springer spaniel para levantar (spring)o sacar a la caza de su refugio, un Pointer o un Setter para localizar y señalar o hacer la
muestra (pointo set) de las aves, y un Retriever, para cobrar (1’etrieve)las piezas muertas o heridas y llevárselas al perrero.
En otras partes, diversas razas mantuvieron el vínculo histórico entre el hombre y el perro incluso más estrechamente. En ningún lugar queda mejor ejemplificado que en el desarrollo de perros guía para los ciegos. Fue al final de la Primera Guerra Mundial, en una enorme casa de reposo en el campo, cerca de Potsdam (Alemania), cuando un médico que trabajaba con heridos de guerra notó sólo por casualidad que, cuando los pacientes que habían perdido la vista se dirigían hacia un tramo de escaleras, su Pastor alemán les cortaba el paso. El doctor intuyó que el perro les estaba apartando del peligro. Empezó a adiestrara sus perros específicamente para usar esa capacidad natural de, pastoreo con el fin de ayudar a seres humanos que ya no podían ver. El
perro lazarillo se desarrolló a partir de allí. Puede ser nuestra reversiónmás directa a aquella comunidad más primitiva. Ahí estaba un perro
poniendo a disposición del hombre un sentido que había perdido. Desafortunadamente, es un raro ejemplo de cooperación en el mundo
moderno.
En años más recientes nuestra relación ha cambiado, desde mi punto de vista, a menudo en detrimento del perro. Nuestros ex-compañeros
para la supervivencia se han convertido en una mezcla de acompañan- tes y accesorios. La evolución de los perros llamados falderos lo ilustra
perfectamente. Estas razas fueron probablemente iniciadas en los templos budistas en las altas montañas del Himalaya. Allí, los monjes criaron
los robustos Spaniels tibetanos de modo que fueran haciéndose cada vez más pequeños. Y luego los usaron como si fueran bolsas de
agua caliente, enseñándoles a saltar sobre su regazo y a quedarse bajo sus túnicas para defenderse del frío. .
En época de Carlos TI de Inglaterra (1660-1685), la idea había llegado hasta este país, donde el English toy spaniel (Spaniel enano inglés) evolucionó cruzando ejemplares de Setter cada vez más pequeños. Con el tiempo, estos minúsculos perros de caza fueron mimados por sus pudientes amos y cruzados con razas de perros enanos traídos de Oriente. La historia de la raza todavía es apreciable hoy día en los característicos rasgos de la cara achatada del King Charles spaniel (Spaniel rey Carlos). Éste fue, en mi opinión, un momento transcendental de la historia de la relación del hombre con el perro. Para el perro nada había cambiado, pero para su ex-compañero, la relación era enteramente nueva. El perro había dejado de tener una función más allá de la meramente decorativa. Era un preludio de lo que se avecinaba. Hoy día, son escasísimos los ejemplos de la antigua relación que hombre y perro disfrutaron. Nos vienen enseguida a la mente los perros de trabajo, como los de caza, policía o granja, aparte de los perros guía que ya he mencionado. No obstante, son las rarísimas excepciones. En general, hoy tenemos una cultura y una sociedad en la cual no se ha concedido consideración al lugar del perro. La antigua lealtad ha sido olvidada. Nuestra confianza ha llegado a dar asco y con ello la comprensión instintiva que compartieron las dos especies se ha
perdido.
De nuevo, es fácil ver por qué ha habido un fallo en las comunicaciones: las pequeñas comunidades en las cuales comenzó nuestra historia han sido reemplazadas por una sociedad enorme y homogénea, una aldea global. Nuestras vidas en las grandes ciudades nos han hecho anónimos, y no reconocemos a la gente que nos rodea. Si nos hemos divorciado de,las necesidades de nuestros prójimos humanos, con los perros hemos perdido completamente el contacto. Como nosotros hemos aprendido a abordar todo lo que te1).emosque afrontar en nuestra sociedad, simplemente hemos supuesto que nuestros perros
han hecho lo mismo:; La verdad es que no. Hoy, el concepto que el hombre tiene del papel del perro y la idea que el perro tiene de su posición están completamente enfrentadas. Pretendemos que esta sola especie se atenga a nuestras normas de comportamiento, que viva según
reglas que nunca impondríamos a otro animal; una oveja o una vaca, pongamos por caso. Hasta a los gatos se les permite que se rasquen
solos. Sólo a los perros se les dice que no pueden hacer lo que quieran.
Es irónico -y en mi opinión, trágico- que del millón y medio de especies conocidas de este planeta, la única dotada de suficiente inteligencia para apreciar la belleza de otros seres no sepa respetar a los perros por lo que son. En consecuencia, el excepcional entendimiento que existió entre nosotros y nuestros antiguos mejores amigos casi ha desaparecido. No es de extrañar que haya actualmente más problemas
con los perros que nunca.
Por supuesto que hay mucha gente que vive perfectamente feliz con sus perros. El antiguo vínculo sobrevive puro en alguna parte de nuestro
interior. Ningún otro animal evoca el mismo conjunto de emociones o sirve de base para relaciones de tanta ternura. Pero sigue siendo
un hecho que la gente actual que vive en armonía con sus perros ha llegado a esta situación por un accidente feliz más que a través del conocimiento.
Nuestra conciencia del lenguaje instintivo, sin palabras, que compartimos con nuestros perros se ha perdido.
Durante la última década, he intentado superar esta división, restablecer aquel vínculo que existía entre hombre y perro. Mi búsqueda de
este medio de comunicación perdido ha sido larga y a veces frustrante.Pero al final ha sido la empresa más gratificante y emocionante que
haya emprendido jamás.