Columnas

Mis años como practicante de veterinario

Por azares del destino, o tal vez por mera suerte y coincidencia, en mi vida he practicado muchos, pero muchos oficios, por aquí y por allá he desempeñado muchas tareas; pero una de las actividades que más he gozado en una larga vida, a lo largo de 5 décadas, (y lo que me falta, espero), una de las cosas que más he disfrutado, han sido mis años como practicante de veterinaria, y es que, en mi juventud, empecé a estudiar la carrera, pero el proceso de la vida, tenía otros planes para mí, sin embargo, esos años, son muy valorados, queridos y añorados, no solo porque me gustan los perros, sino porque esas experiencias que viví eran humanas, conmovedoras y conocí una parte del mundo animal maravilloso.

Siempre me han gustado los perros, siempre, y ese era mi plan de vida, dedicarme a ellos, por esa razón en mi juventud pase mucho tiempo leyendo, estudiándolos en libros, en la escuela y como ayudante en una veterinaria de la ciudad.

Claro, en aquellos años no había tanta tecnología, consciencia, educación, amor y pasión por las mascotas, y normalmente las visita que atendíamos eran vacunas, desparasitaciones y baños.

Pero lo que más me gustaba de esa vida, era que la veterinaria dueña del consultorio, era tan humana, tan compasiva y tan caritativa, que siempre estaba ayudando a todos los animales que podía, a sus dueños y haciendo lo que estuviera en sus manos, para quitarles el dolor a esos nobles animales.

Una de mis anécdotas más valoradas, curiosamente es un recuerdo triste, y es que cada que había accidentes con autos y perros, cuando el animalito no se podía salvar, ella me mandaba a darles una muerte sin dolor; y porque cuento esto, si bien se habla de tragedia y muerta, pues bueno, ella me enseñó a valorar la vida digna de los animales, y que era mejor dejarlos partir en su momento, a prolongar su sufrimiento.

Esa lección la he traído conmigo por siempre, y cuando me toca despedirme de mis amadas mascotas, trato de ser fuerte y recordar esa lección, a veces es mejor dejar ir a un amigo, antes que prolongar su sufrimiento.

Aunque bueno, no todo fue doloroso o relacionado con las perdidas, ya que mi tiempo en esa veterinaria hice muchos amigos, sobre todo peludos y aprendí a entenderlos y valorarlos de una forma muy especial.

Si bien esos años ya están muy lejanos, todavía hoy recuerdo como si fueran ayer esos días en los que yo salvaba vidas animales, bueno, ayudaba y hacia la diferencia.